samedi 5 juillet 2008

erre: acercamiento a la escritura de Martín Caparrós

“Un invento, una abstracción: la forma de suponer que todo lo que voy a cruzarme de ahora en más conforma una unidad”

“Si es por buscar, mejor que busques -solía decirme- lo que nunca perdiste. (…) Yo sé que debería buscar algo; debería encontrar primero qué: puede ser largo”.
Nunca el primer paso de nada es la investigación; para llegar a una investigación ya hay que saber qué investigar: puede ser largo. Prepararse y postular un concepto que, de alguna manera, ayude al arranque. Conocer; tener datos: posibilidad de articular y concretar, de mejor manera, un relato.

Martín Caparrós es un señor de unos cincuenta y algo -aunque se le podría dar cuarenta y pico- que no suele usar aquellas finas continuaciones de la piel de raíz ubicada en un folículo piloso con un tallo que se proyecta hacia arriba por encima de la superficie de la epidermis[1]. De bigote particular y formas particulares, encara un viaje: un recorrido en busca de un algo que no sabe bien qué es -yo tampoco- que denomina “crónica”. Sí, crónica.

“Llevo días y días en la ruta. Me parece -de pronto me parece- que la mugre me hace mirar distinto”. Se complica. La investigación queda atrás y acompaña, hace piso: años de vivir en el mundo. Salir. Salir al papel. Sin duda existe un pensamiento; alguna especie de sentido común que indica qué es una crónica: de alguna manera, un relato periodístico que sostiene una cronología mientras profundiza en algo. Claro, estas cosas son deformes; marcos que no delimitan nada: marcos a romper. Recursos, ¿cuáles son los límites del género?

La crónica es algo, como todo objeto de pensamiento, que se esconde, que se escapa. Quizás resulte evidente, y eso la hace más compleja. Es particular, y parece poder llegar a obsesionar algunas almas -como la de Caparrós- que parecen perseguir alguna propia, o una que logre dar cuenta de todo aquello que mueve el pensamiento y los otros “no sé qué”.

Buena parte de la crónica son sus elementos: Transiciones: testimonios (que funcionan de anclaje y refuerzo. De selectos protagonistas o anónimos -parecidos a públicos: de nadie y de todos-, puntos de vista, comentarios, alguna descripción y unas pequeñas poesías que se relacionan, se retoman y que en realidad -me parece a mí- no son poesías; párrafos que nunca parecen alcanzar una carilla -ni lo pretenden-; alguna pregunta que no viene a nada pero sirve para darle alguna coherencia al texto; información dura colocada de manera sencilla y oportuna; los espacios, que se convierten en lugares claves; el tiempo: un presente que permite irse a cualquier lado; y la persona: fundamental -diálogos con uno mismo-.

Es un conjunto deforme. Un recorrido: idas y vueltas, planificación e improvisación, posibilidades e imposibilidades, tensión y tranquilidad, cómplices y de los otros. Quererse y odiarse.

El relato periodístico suele suponer cierta neutralidad: despersonalizar el texto, sacarlo de uno. Pero no, en estas crónicas no. La persona es protagonista; Caparrós es protagonista: es su viaje, son sus puntos de vista, sus sensaciones, su modo de expresarse, originales -digámosle así- descripciones que dicen algo más. Un autor que construye un lector que no es el que mira sino que se convierte más vale en cómplice. Te hacés cómplice o no te hacés cómplice.

Un conjunto deforme, heterogéneo. Un conjunto, como todo conjunto, que es una unidad -o al menos eso me gusta suponer-. Una unidad temática, que deja aristas y, a veces, hace olvidar un poco –bastante- cuál era el tema.

Algunos recursos se convierten en firma, en permanentes. Algunos recursos, esos mismos, son los que contienen todo aquello. Aquellas descripciones, aquella persona, aquella(s) complicidad(es), aquellas palabras de selectos narradores o de nadie: de todos y de nadie. Algunos recursos, más allá de aquella manera particular del escribir y articular los temas y facilitar transiciones que llamativamente funcionan. Algunos recursos, aquí dos: el punto y coma; que se continúa de los dos puntos: para mí que para generar alguna complicidad y dar una pastillita, algo bien puntual. Por otro lado, los guiones -esas rayitas que en estos casos se ponen antes y después de una frase o palabra- que sirven -postulo yo- para agregar aquellas acotaciones obvias que dicen mucho, generando -aun más ¿no?- aquélla complicidad con el lector.

No sé bien cómo funciona. Y aquello que se busca, mientras más me introduzco, más se aleja. La idea va mutando; se deforma; se hace más compleja. Aparece clara, para que luego aparezca una nueva, más clara, y todo sea muy poco claro. Escribir es un desafío, una lucha y una tensión. Más para aquél que parece ser hábil en estas artes: ¿cómo no buscar lo diferente o el superarse? “Tengo una mala noticia para darles: no pasamos la vida haciendo equilibrio en una línea inexistente. Somos una línea inexistente.”


[1] Fuente: wikipedia.org

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