jeudi 3 avril 2008

tortura.

Tortura. Caminar y acordarse que se acerca ese encuentro en el cuál deberé realizar la entrevista. El sábado pasado intente saludar un montón de gente, muchos parecían bien dispuestos. Pero a quién robarle un rato de su vida para someterlo a la rigurosidad de un grabador y la charla con un desconocido. ¿Hacia donde llevo la entrevista? ¿A lo personal? ¿A esa subjetividad profunda que parece condición fundamental para volcarse a un proyecto como ese?
La consigna lacsa permite improvisar, de inicio nada tiene porque "estar mal". Pero la consigna lacsa se convierte en compromiso, en presión y compromiso de tener que pensar qué hacer.
Pienso que entrevistar al director y uno de los impulsores del proyecto se convertiría en algo ajustado y pertinente, aunque quizás obvio y escape a esa condición de un "cualquiera" de "gente" que participa.
Buscar una conversación con quién hago el contacto quizás resultase vago, aunque efectivo.
El grupo al que me aboco es tan heterogéneo.}
Y si, la entrevista como todo (o casi) se convierte en esas cosas en donde cuentan la intención, la voluntad y la creencia. Y encima no depende solo de mi, es una conjunción de intenciones.
Si! cada vez se complica un poquito más. A su vez me siento tranquilo, confiado. A mi me gustó la experiencia y confío poder extraer y contar y hacer que me cuenten algo bueno, fructífero, que realmente valga la pena.
Una tortura, últimamente todas estas cosas que tienen una pausa, una extensión en el tiempo y me obligan a pensar aunque sea "algo" se convierten en tortura. Propuestas, contra propuestas. Fundamentos de un lado a otro y caprichosos "eso no".
Ay! sí, creo que lo estuve pensando demasiado. Esa fue mi conclusión. Mejor confiar y entregarse un poco a lo que va pasando impulsando alguna especie de éxito.

1 commentaire:

Mumi a dit…

Mejor relajarse, tener ciertos tópicos en mente, pero dejar que fluya, no? Sería ideal.