dimanche 9 mars 2008

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Probablemente debería escribir algo respecto de como Alicia marca un estilo, una época y un modo de escribir (en mi). Quizás de como algunos cuentos de Kafka lograron conmover ciertas fibras hasta estremecerme, aunque siempre me quedaba con la sensación de que faltaba algo más. Por ahí de lo intenso, fugaz, innovador y, por largos momentos, imposibles de entender que me resultan algunos cuentos de Cortazar. Mi lectura tardía de "el túnel", la llegada de algunos ensayos de Casullo (post primer momento de cursada con él), la lectura incitada por Hilda -la abuela de Temperley, que me recordó la existencia de la librería- del Alquimista, a la que me aboqué con cierta constancia aunque, debo confesar, nunca llegué a terminarla y quizás algun intento de lectura -convertido en anécdota- de página 12 o el shock de un primer encuentro fuerte con lecturas que parecían necesarias para seguir con las materias en un primer momento de universidad. Todas, de una forma u otra, se ganan su espacio, su lugar, en mi joven relación con la lectura. Joven y avara relación con la lectura. Leer con un poco continuidad y hasta sentarse hacerlo recién con unos avanzados veinte años -ir a comprar un libro sin demasiada idea ya de grande y hace poco- se convierte en marca de mi poco acercamiento a ese horrible y "exigidor" de paciencia -¡y hasta de una postura en especial!- fenómeno que algunos personajes hozan llamar lectura.
Ideas destellantes, alentadores y prometedores comienzos, inentendibles conceptos y formas de expresarse. Momentos de superación espiritual. Y hasta tedio, ese que lleva contar una y otra vez las páginas que faltan hasta llegar, aunque sea, a un provisorio final antes de darse por vencido. Todo forma parte de la lectura. Aluvión de sensaciones y total indiferencia. Libros que pasan frente a mi como si nada. Todo forma parte de mi relación con la lectura. De mi joven y avara relación con la lectura.

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