vendredi 13 juin 2008

"¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?"

-Una noche me dio una paliza. Me arrastró por toda la sala tirando de mis tobillos. Y me decía una y otra vez: "te quiero, te quiero, zorra". Y mi cabeza no paraba de golpear contra las cosas. -Terri nos miró-. ¿Qué se puede hacer con un amor así?

La tarde nos encuentra. Finas descripciones de aquellas que hablan de alguien, de alguien y de un ser. Conversación alcohólica en una cocina que sorprende el tema: ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor? ¿qué sabemos del amor?
Deliciosa descripción de sensaciones inentendibles. Entendibles que aparezcan, escuchables, comprensibles. Pero de aquellas que no se entienden.

-Ahora esta fuera de juego. Murió.

Enamorarse, con locura, con la muerte. Enamorarse, perderse y volverse a enamorar. ¿Cómo explicar aquello de amar a alguien como nunca se ha amado a nadie, estando dispuesto a amar hasta la muerte y que luego se termine y se vuelva a amar a alguien como nunca se ha amado a nadie estando dispuesto a amar hasta la muerte?
Narrador, diálogos, aclaraciones, descripciones, otras voces traídas por los participantes, los claro-oscuros y las descripciones entran en el juego de la trama, introducen y hacen parte a quién lee.
Reflexiones profundas sin conclusión. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?.

-Cuando me fui, se tomó un matarratas.

La atmósfera parece perfecta. Parece, no sé si lo es. Los profesionales discuten sobre el amor. Los enamorados hablan de su amor y de sus enamoramientos anteriores. Encuentros y desencuentros. Ejemplos, casos y entredichos. Pequeñas historias que se cuelan.
La luz cae, le abre paso a la oscuridad, el misterio de la noche. El juego es perfecto, la heladera iluminada una gran obra de arte. La disposición de los invitados, los muebles y los movimientos.
Ginebra y agua tónica. Ginebra, agua tónica y limón.
Compartir, sentirse bien, caerse bien. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

-Oía los latidos de mi corazón. Oía el corazón de los demás. Oía el ruido humano que hacíamos allí sentados, sin movernos, ninguno lo más mínimo, ni siquiera cuando la cocina quedó a oscuras.

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